viernes, 26 de enero de 2024

 


Visiones umbrías.  ( a Joseph Conrad )

 

El alma estilográfica en el Sulaco se amarra.                         

Nostromo que has soñado cada incierto aparejo,              

mientras Marlow relata sobre un triste oficialejo,                 

el corazón del Congo en la tiniebla se abigarra.                    

 

Polonia será cuna y tan francesas las maneras,                      

que distinguen a Conrad, gran maestro del suspenso,           

arquitecto de la mar y penumbra de riberas.                             

 

Es selva conquistada por colonias extranjeras,                          

donde  Kurtz  es el dios del enigma más intenso.                      

El marfil está maldito y endiabla las  calaveras.                          

 

Será fondeado el hombre hasta su alma bizarra,                       

en la ambición de Battista el gusano más añejo,                         

de cobarde como de Tuan habrá de Jim un dejo.                        

Por el río, un vapor avanza a la jungla y a su garra.                      

 

 

Gracias

 

Esa aventura de cazar goteras,

impertinentes,

repentinas y esquivas.

Vienen con la pobreza a endurecer el alma;

hacen del hombre

un estratega de las palanganas.

La trazabilidad de las ollas

y demás contenedores que nunca alcanzan,

dibujan el esquema

de una constelación extraña.

Es muy fría la batalla,

suele recrudecer las desveladas,

aunque la imaginación es vasta,

dibuja música,

en un xilófono de latas.

Avance del agua en constantes lágrimas

al compás de otros dramas,

de los que lloran para adentro,

si acaso se lamentan…

De esa lluvia interior que alienta

el instinto básico

de inflar el pecho y remarla.


 

A Borges (ceguera de plena luz)

 

Solo pido estar

en las tinieblas de tus ojos

estandarte de la moderación, axioma impostergable.

Para contemplar la pura inteligencia de Anaxágoras

donde hay algo de todo en todo.

Allí, donde Pitágoras de Samos, en el proscenio,

dialogare con tu estampa.

Imaginaria del saber de Alejandría,

de Apolonio y su lírica; acervo del mundo

que conmueve cada anaquel del alma.

Dime si te honro en estas letras postergadas

de lo contrario que Recabarren juzgue

y el Negro me extermine si es vana,

hermética o ilusoria mi payada literaria.

Cuéntame de Caronte pues seré errante sombra,

Jorge Luis que tanto amaste a Kodama.

¿Cómo llego a ti?, que desde la orilla contemplas

al barquero de los óbolos remar en su barcaza.

Ven a mí, arrullo que reverbera en las frases del alba,

tu humildad me troca en lágrimas, mi Borges anhelado,

por enésima vez, El Aleph me llama.

Mundo, tiempo y derredor;

telarañas de la ubicuidad y espejos que no reflejan nada.

Sentenciaste a la poesía a padecer tu ausencia

y a los poetas a una sombra extraña.

Dame al fin tu ceguera, maestro de las palabras.

Seré el cuarto para un triunvirato en penumbras

que velan en espíritu

incunables de la biblioteca, herencia del  mañana.