domingo, 11 de agosto de 2024

 SOY ESCRITOR



Soy escritor porque represento
a la palabra,
al verbo que está encadenado al hombre
y a ese hombre, que desiste del tiempo.
Escritor por aquella muchacha
con rostro de espejo
y manos habladas en lenguas perdidas.
La nombran Poesía
y anda, por América o Anatolia, enamorada de la vida como si el faldón se le enredara en la cúspide de su sonrisa.
Soy escritor por lo esotérico, lo metafísico,
el eterno retorno de la pluma
a su estado primigenio en el tintero del alma.
Tal vez, un pobre escritor esculpido en su medallita.
Reiterado polígrafo a orillas del Mar Negro,
con el corazón grabado en el Ararat y el Golfo Pérsico;
testigo del Néguev y alguna biblioteca, de tantas, sumergidas por el oscurantismo del hombre.
Escritor de la última dinastía en la mirada de Whitman, por el cauce de Jesús en una parcela del llanto.
Cascarudo a lo Kafka y, de Bukowski, el último trago, el de la autoestima deprimida.
Como Macedonio Fernández que arrojaba sus poemas a un tacho de atardeceres,
carpeteando el olvido y la noche capital del tango.
Soy aquel escritor en la hoguera de este mismo y, en el abismo del hoy, soy el nuevo escritor.
Goteado de un vientre de mártires revueltos, exiliados y proscriptos;
me he vuelto la espina insidiosa, el inagotable candil,
el acierto del latido de un lápiz que la cárcel ha partido.
Me he vuelto escritor por no medir el grito.
Soy este mojón, porque debo,
y no puedo permitir que los necios se interpongan a mis versos.
Ni cuando esté muerto y sea un soplido de frases por debajo de las voces del momento, aún haré lo mío.
Eso de romper esquemas, como Wilde contra la Reina.
¡El irlandés maldito!
Como él, como otros, soy el bastardo escritor que he sido siempre;
antes, incluso, de haber nacido

jueves, 25 de julio de 2024

 COSAS CERTERAS




Adoquines y el tiempo.
Ficciones, un tigre absoluto,
el elemento repetitivo,
la moneda del imperio y su imperiosa numismática.
El pucho temprano, entre el rouge y el oropel de su brasa; los abatidos silencios en moroso rapel al pecho henchido del bostezo.
Satanás en las patinetas,
en los surcos invertidos del vinilo,
en un pin olvidado del suéter de Lía.
La vida totalizada por un impacto de bala
de calibre indefinido.
El llanto gris ceniza del niño en Seúl.
Los Rolling, camisetas coloridas del Machu Picchu, una boca con especias que se aprieta en el gabinete fruncido de la cara.
La petición umbanda con su rito del gallo, ¿o era del pato? y ese primer amor a cuestas del desengaño.
Una casa torcida como nido de hornero,
siniestra en su sencillez cimentada en los desatinos, ocasionalmente, con pinceladas de guiso carrero.
El condón que momificó en diciembre, la pera picada del verdulero desterrado de sí y un dios cabizbajo que juega al balero mientras espera que le tomen la presión en el circo del momento.
Vos y yo, desnudos y a medio resfriar por hacerlo de parado en el hielo, detrás del risco.
Un cacique sin poncho overo, un caballo bayo sin cacique, una boleadora que silba en el viento y se entierra de bruces en lo opaco de un museo arrinconado.
El western a las tres de la tarde, en blanco y negro.
La abuela que ha muerto en su silla de cedro, mirando fijo con ojos de curvilíneo cerezo. Mujer de lana que ha leído a Homero, a Sábato o a Conrad y que solo era conocida por su perro, tan agarrotado como ella.
Un tinglado, a modo de Partenón, donde paletear en frío y sin barniz.
El siestero huevo frito con pan tostado, la martingala en el guardapolvo del bachiller. Mamá en camisón... lo otro.
Soñar una pasión en Sumatra, poseer un arcaico pantalón de Pakistán o el porvenir judío.
Custodiar el tebeo de Mortadelo arrebatado al matón del barrio...
(Lo escondí en el ropero, con esas revistas que prefiero no citar)
El adiós objetivo, en prisma.
Una bolilla en el bolsillo derecho, pito catalán y el terrible miedo a crecer y entender
que somos prisioneros, asediados, por los mágicos objetos que nos embriagan y, terriblemente, padecemos.
Por supuesto, los libros en beige y meditaciones, trasnochadas, de mingitorio.

    




MUNDO GUANACO


Vamos a cambiar el mundo
con besos y rosas,
con soles como lunas rojas;
desde el monte a las salinas
cascabeleando orwellianas caderas
sobre laxas mesas
de un bar en decadencia.
Sin censura ni lacres,
o espaciosas fisuras de la cabeza.
Como guardias guanacos
de la puna carmesí,
con el peto deslucido de un inca
en su devenir.
Dar vuelta la lengua
por la quebrada del cuello,
hasta acertar agitaciones del alma
en la diana gris.
El mundo, a cambiar, vamos
subrepticios, un tanto lejanos;
desde el Arco de Triunfo
al rajado anfiteatro.
Napoleónicos, espantados y carcomidos, sin asco ni saco.
Este mundo de opiáceos
y estancados autobuses,
pelota de estridencias
en la arritmia de sus latitudes.
Tú y yo y los violadores de turno,
sacamantecas y profanos,
mineros de la tos
y todos los soviéticos que han quedado
bajo la rima de los cañonazos.
A cambiar el mundo de sus calzones cagados;
por la ira de Don Paco,
del medio judío con cáncer de cólon,
de la florista a la que amputaron el puesto,
por aquellos niños, travestidos, del coro
y el sancocho de gentuza del barrio.
Por todos los zurcidos, obtusos y
devotos,
vamos a cambiar el mundo
como lustrosos guanacos del ocaso.

viernes, 28 de junio de 2024

 



SONRISAS SECAS

(Evocando al maestro Thomas Ligotti)


Soportar la sordidez de las marionetas gastadas.
Las que, por ojos, llevan botones cachados; por manos, infaustos intentos de dedos y espantosos muñones arremangados de carne.
Marionetas extrañas, con sudaderas de hard rock y stratos hechas de madera balsa. Bajo la luz lunar esas caderas cobran vida y bailotean con cinismo de muñeco en bancarrota.
Marioneta de bailarín de tap, con galera y diminutos zapatos blanquinegros de charol , un tajo por sonrisa y el infinito vacío de sus ojos mal pintados.
¿Seremos todos marionetas de hilos entrelazados? Me pregunto, mientras el humo, con sus filamentos difusos y un alma en pena de polilla y lumbre, busca hacer nido en el cielorraso.
La marioneta de Marilyn ha perdido su laca y del destello glamoroso resta una pátina de hundida tristeza y dejadez.
¿Me mira o solo me parece? La muy puta...
La tarde muere, ha recogido sus velas doradas y aparece el púrpura de la nueva sangre. La tarde muere, devastada, para siempre.
¿Acaso, la del rincón, tapiada por brazos y regordetas piernas de otras marionetas destripadas, es la de siempre?Mi marioneta.
Tiene ese rostro intergaláctico, promiscuo y abandonado, conjurado por las sombras en la muchedumbre de sus apelmazadas hermanas. Por otra parte, la cortina se está cerrando y me cuesta distinguir sus intrincadas anatomías.
Cabe decir que mi marioneta no es cualquier muñeco, ni un incierto amasijo de tendones de madera y ropas de utilería, no. Hay un hálito de vida en ella, un espejo que late y se perpetúa.
Algo arde...
Es posible que haya fósforos encendidos en mis pies, trepan desde el cuero de las suelas como las iguanas que escalan hacia la vida.
Les decía..., esa marioneta, entre cuerpos inertes y despieces, es la penumbra misma, un sello inmortal y el doppelganger en miniatura.
Es que habrá otro tiempo, más allá de este. Anocheceres completos encima de diferentes muebles: modulares de maderas poco nobles, robustos de teñido cedro y finos y lustrosos Luis XV reacondicionados.
Una lengua roja azulada se enreda en el rincón y consume el cortinado como si su hambre fuese un abismo.
¿Quién sabe qué ojos han de contemplar el cuerpo chamuscado y el éter candente de estas marionetas? Solo el torvo Dios del destierro conoce adonde van las almas de madera tras su deceso.
Parece gemir la marioneta payaso, se retuerce en sus dobleces coloridos de tela. Su boca bermellón se desgarra, su botón narizudo cae derretido por las llamas y hay un grito sordo, en manada, que perdura instantes rocosos en mis oidos.
Hace calor, mucho calor. He de quitarme la piel y los huesos... busco salir del infierno, mas desnudarme de mi materialidad no me salvará.
La boa escarlata se enrosca por las paredes, por la araña y sus caireles y las sillas de altos respaldos que se encienden como un árbol de navidad.
Los endiablados ojos de las marionetas buscan mis ojos explotados para encontrar un por qué. El cuarto es una chimenea y el bramido no es de las llamas sino de los espíritus trastocados que crujen.
Por afuera crece la noche en el vencindario dormido, dos perros se buscan como pedazos de imánes o mentiras que se encuentran en un callejón.
Seguramente, alguna criatura desvelada y penitente habrá llamado a los bomberos.

Todas las reaccion

viernes, 21 de junio de 2024




 Posibilidades

Es posible un tranvía en un florero arlequín;
un portero delicioso como jinete de la siesta gris, es…
Carbón púrpura, es posible,
en el entripado corporativo de un obrero que disiente
en Birminham o, quizás,
más acá del aliento fabril.
Es posible indultar a la noche de sus estrellas temibles;
el adjetivo níveo, helicoidal,
detrás del pellejo carpido en un otoñal delirio de Chéjov.
La otredad es posible en imprecisas ensaladas de fruta marsupiales.
Y en los manglares de la visión, por encima de los aleros del miedo,
es posible discernir un incierto arrebol de corrosivo pico de cuervo.
Posible la coma, un lívido punto, la diéresis
en la ambigüedad de los huesos, esos,
que desconocemos.
Además del objeto indefinido y la expandida novela de los cuerpos en espejo,
es posible disentir con la representación del cuento.
Como es posible saltar del rascacielos aquel a una olla de puré de tomates y
renacer en el tuco del momento.
Lo posible está en tus ojos de cemento, cuando miras mis palabras y las sepultas
sin mediar sepulturero.
Nada más quitarnos la ropa, lo posible yace en el agujero negro del que convergemos
un tanto anarquistas y siniestros.
Aunque imposible pueda ser el beso que nos daremos en abril,
antes de enero,
como superfluos amantes monocromáticos de un marzo forzado
y a medio tiempo de los sueños.
Porque es posible retacear a la muerte su ducha de cencerros
y atravesar la cerrada noche como fantasmas de hielo
en acre murmullo de los inefables cuerpos.


Todas las reaccios má

 METAPOESÍA (poesía que se interpela)

Estoy hecha de palabras.
Del acento, tácito, en la melancolía.
Del trémulo papel y la exaltada pluma.
De ojos de perro
que, desde muy abajo, atisban un arriba.
Hecha de pasiones e inequívoca
inflacion en las sílabas.
De un pensamiento
que incendia y retuerce la mano
y, de pronto, se vuelve poesía.
Soy un resquício, la instancia,
nebulosa del espíritu,
un rapto de megalomancia
que advierte con rimas labradas
un camino...
Otra vida, en voz alta.
Hecha deshecha
y maltrecha en sus líneas;
catigada por el olvido
y la imperturbable distancia.
Poesía..., cascada,
insatisfecha en el devaneo de los términos.
Que se desdice o afirma,
vuelca y recoge.
Ambigua en los versos,
si lo ambiguo desafía
y hasta maldice por los
malditos parias del momento.
Soy la belleza con ritmo,
un destino en el lenguaje,
la expresión líquida de un beso ojival.
Y varios galones de llanto
destilado.
Soy el verbo.
El espanto de los puntos suspensivos
en suspenso punitivo.
Una vertiente al metro,
que ya no es tanto.
La elegía del teatro grecoromano
donde la muerte
y el penar humano
son poetas de la trágica vida.
Soy poesía,
de la aureola y la nube,
de las musas y las vides.
Desolada en la cuartilla
de arreboles tinta.
Solo poesía...
Una trova, el romance, oda,
la lírica.

 




PÚLSARES LIGEROS

Espero
en lo somero de tu mirada
un atadercer de palabras.
Que tu boca indivisible
arriesge deslaves al gesto.
Comulgar en tu frente,
altar de lejos,
vestíbulo blanco en fugados destellos.
Desde el acantilado cuello,
sereno,
ante tus senos sueño
enclaves en fa de acotados agostos
que recalan en tu pecho.
Por los siglos,
espero
la partícula de tu vientre
en el universo.
Lo intangible y sublime,
lo que fue nuestro, pero...
Acercar un latido
al redactar un convenio de litografiados roces,
a conciliar aquellos besos,
como sea,
en sinuosos pulsares ligeros.
Lo que fue nuestro
entre vigilias y luna,
desde el consonante deseo
a la vocálica estrella;
todo lo nuestro
yo espero.
Pero solo hay ecos y resuellos
en el repique de tus pasos,
en el ébano de tu cuerpo
que ha urdido
el incesante destierro.
Pese a tu espalda de noche,
a tus vacuos pensamientos
y al doblés, pagano,
de tus besos,
espero.
Lo inmarcesible en lo marchito
e isomnes milagros
de pagarés al vuelo.
Como pájaro del silencio,
lo que fue nuestro
yo...

Esta entrevista abarca grandes temas actuales y va más allá de la mera innovación, nos deja un mensaje trascendental. Muchas gracias a los creadores.


La Fórmula del Éxito - Podcast

sábado, 8 de junio de 2024

 PODER


Si pudiera destejer mi vida...
Encontrar la manera hasta ser ovillo,
vellón blanco, cuero de oveja,
alma lanar, misterio.
La mota imperfecta en el pliegue
del ayer; un hilo, muy delgado, de mí.
Ser un canto llano y sin repechos, sin nervaduras apretadas en las notas o un ritmo tumbado en el olvido.
Una flor hacia atrás, al brote lascivo que monta su tallo, flujo vespertino al cuenco de la tierra.
Una semilla de sicómoro con alas de mariposa, con la curiosidad de Zaqueo y los soñados racimos de tempranos higos de julio.
Si pudiera entretejer mi carne con la muerte y ser un refajo de bayeta en la cintura del tiempo.
Una refriega a los evos que despliegan peajes en la transitoria fecundidad del ambarino negro.
Reencontrarme en el sancocho de tu plato, encima de tu falda cuadrilllé y en tu mirar que despunta azorado.
Atravesar el ojo de la aguja con un pabellón de locos despoblados de ansiedad, con un ático de terrosos matices o un rellano de balandros, sin amarres y a mercer del viento.
Si pudiera... escribrir verdaderas locuras con febril desdoblamiento y volver al punto donde todo comenzó, lejos de este día medroso e impreciso.
Ser casa sin hipoteca, ser mueble separatista, ser espina atemporal y adulada madera, ser un silbido en sí menor enhebrando estratocumulus, ser infecta forma en el estaño blando, ser los latidos de un pollo antes de la inminente decapitación.
Si pudiera empezar de nuevo y entender de que se trata este circo de la histeria.
Hablar con poesía en las piernas ensombrecidas, llorar entre letras deformes, enfermar sin privilegios de una casta estelar, escribir ante espejos que no reflejan más que al rojo alienado.
Volver a mí, después del viaje en espiral que es una vida sin pausas. Del rulo a la cigota, de la galaxia al agujero negro, del cisma al intersticio, del ojo a la contemplación sistémica.
Si yo pudiera...
Comprender el nudo de mis dislates y, con dedos temblorosos, desatarme del pensamiento para, al fin, descansar.



miércoles, 24 de abril de 2024

 


Casa

 

La casa, con sus pesares,

se enjuaga de sombras

cada tantos atardeceres.

Rechina, cruje, zozobra en sus cimientos;

se estremece de presencias.

Arrastra su reuma de tragedias

que escabulle el sueño entre sus aleros.

Es la argamasa que habla entre sus quebradas paredes

y cada ladrillo, en su retruque con el viento,

despliega la jerga de los pueblos que han ido muriendo.

Por la bruma de la desolación desparecen objetos

y las luces galopan la noche, atemporales e intransigentes,

gélidas como la vasta negrura del campo.

Mientras, al pasar, se santiguan los que pueden

y nunca faltan los consabidos respetos

al caer el sol desorbitado, arreado por los espíritus de la noche.

Es notable ese muestrario de sobrecogido apuro

en esos parroquianos que, por devotos,

se enlutan sin asco ni tiempo.

La casa y sus espíritus se han desvencijado de risa

hasta el regocijo de sus jambas,

sus antepechos y canaletas, sus estatuarios mármoles,

tras maldiciones de comadres con sedas al cuello

y su batallón de ajadas estampas.

Comprendida y soportada

por la carcoma del mohoso entablado,

y las ventanas que, sin causa, se agitan;

es la casa arruinada… errabunda,

porfiando su historia extraña.

En la polvorienta buhardilla

o en esos caireles, que aún se sostienen,

danzan fantasmas inoportunos alienados de niebla,

aturdidos de grillos,

redundando en el silencio de una muerte esquiva.

Tras un puñado de ocasos, se lava de espectros la casa;

se despabila de sus muertos, los ahorcados y los enfermos,

los degenerados… los inocentes niños idos;

aquellos que pretendieron poseerla y, entre tantos,

la pareja de vascuences migrantes,

sus últimos y apesadumbrados dueños,

que lacran el cementerio del eterno otoñal jardín trasero.

Carraspea la casa, se retuerce y enerva,

cual cadalso en el olvido, o arcón henchido de carteados momentos;

hasta que toda oscuridad se aquiete,

se llame al orden, se volatilice y consuma

o, por fin, duerma.

 




Ecosistema de puro amor (a mi hijo Vladimir)

 

 

En un suspiro de luz la vida

nos fundió,

nos pegó, amalgamó, nos unió.

Engarzó como a dos joyas de alma y carne.

Nos ha adherido a un propósito de paz,

y con el símbolo del infinito nos convergió.

Fusionados, combinados y mezclados,

mas nunca por el camino de los disgregados.

Esta magia nos juntó y aglutino: en un llanto, en un beso,

en una conspiración de cachetes tibios.

Así de conectados, aunados, aliados y federados,

nos sentimos cuando estamos sujetos

y atados por tanto amor.

Algunos citan: confabulados; otros aseguran: entrelazados;

yo retruco: ¡incorporados, ensamblados, anexionados!

y, sin duda,

solidificados en la mutua reivindicación de padres e hijos.

Acá estamos: vinculados, adosados y adjuntados,

todo el tiempo, contiguos y tan encariñados

como vecinos de un mismo gen abrazando un mismo árbol.

Cosidos y entretejidos, allá vamos,

tan felices por engrudados,

tan ensimismados…

en un ecosistema de piel y comunión imposible de ser separado.