miércoles, 24 de abril de 2024

 




Ecosistema de puro amor (a mi hijo Vladimir)

 

 

En un suspiro de luz la vida

nos fundió,

nos pegó, amalgamó, nos unió.

Engarzó como a dos joyas de alma y carne.

Nos ha adherido a un propósito de paz,

y con el símbolo del infinito nos convergió.

Fusionados, combinados y mezclados,

mas nunca por el camino de los disgregados.

Esta magia nos juntó y aglutino: en un llanto, en un beso,

en una conspiración de cachetes tibios.

Así de conectados, aunados, aliados y federados,

nos sentimos cuando estamos sujetos

y atados por tanto amor.

Algunos citan: confabulados; otros aseguran: entrelazados;

yo retruco: ¡incorporados, ensamblados, anexionados!

y, sin duda,

solidificados en la mutua reivindicación de padres e hijos.

Acá estamos: vinculados, adosados y adjuntados,

todo el tiempo, contiguos y tan encariñados

como vecinos de un mismo gen abrazando un mismo árbol.

Cosidos y entretejidos, allá vamos,

tan felices por engrudados,

tan ensimismados…

en un ecosistema de piel y comunión imposible de ser separado.