Salud. Comportamiento humano. Miguel Ángel Flores Manzo
El no como
factor determinante
¿Qué tan importante puede ser decir no en el momento
adecuado? En muchos casos es determinante para nuestras vidas y salud física y
mental. Lo expresaré con una anécdota de a mi amigo Ramón x. Una historia que
puede tocarnos de cerca.
Era muy temprano en la mañana, Ramón vivía en su
modesta casa. La noche anterior se había acostado tarde por escuchar a un
sobrino que estaba depresivo.¿Cómo no ayudarlo? Al otro día sería domingo y él podría dormir hasta
más tarde.
No pasó como lo planeó, la puerta de su casa tronaba
con los golpes. Ahí estaba por enésima vez Oscar, su compañero de la escuela
primaria, devenido a un paria alcohólico. Le pedía por favor ayuda para comprar
gas envasado y víveres. Ya nadie le abría las puertas a Oscar, era un borrachín
sin remedio. Ramón no le negó asistencia a un viejo amigo. Medio dormido y sin
pensarlo, desenroscó su garrafa y juntó algunos paquetes de alimentos para
Oscar; quien trastabillando cargó con todo, mientras prometía regresar con un envase
vacío al mediodía. Ramón tiritando volvió a su cama.
Al rato, golpearon de nuevo su puerta, esta vez era
su hijo mayor. Acudía a su padre por un favor, necesitaba prestada su casa en el horario de la siesta, para
intimar con su novia, ya que en lo de su amigo (donde vivía) las cosas se
habían complicado. Le dolía la cabeza a Ramón, restregándose los ojos le dijo
que sí. No lo pensó mucho, solo deseaba descansar, cosa que se había vuelto
imposible. Después de abrigarse deseó tomar un té, pero le había prestado su
garrafa a Oscar. Demás está decir que para ese mediodía el envase vacío no
llegó, y sin gas para cocinar, Ramón tuvo que contentarse con unos pequeños
emparedados. Ni una bebida caliente que
le calme el frío.
A la siesta llegaría su hijo, por eso, Ramón mal
dormido y con frio por no tener gas con que entibiar su casa, se arrebujó en su
campera y se dispuso a ir a un parque a leer un libro durante esas dos horas
que su hijo requería intimidad. Cuando salía, el vecino que siempre le cuidaba
la casa en su ausencia, le pidió que llevase su perro al parque. Ramón lo miro
un instante y no pudo decir que no, la sonrisa de su vecino era tan amplia. El
perro era un labrador y si tenía algo de inquietante el bello animal, era que
si se le soltaba la correa, salía disparado como un misil para hacer un
estropicio o cruzar la calle sin percatarse del tráfico. Si Ramón ya se sentía
mal, ese perro inquieto lo puso aún peor en el trayecto; no llegó a leer su
libro ni a descansar un minuto.
Al regresar a
su casa su hijo ya no estaba, así como tampoco la cena en su nevera. Cayó en su
sofá abatido y malhumorado. Al llegar la noche, el bueno de Ramón se encontraba
solo en su casa con dolor de cabeza y frio. Nada tenía para comer.
Molesto y con un dolor agudo por los nervios, se
dirigió a la única proveeduría que permanecía abierta. Lugar al que él iba muy
poco. Cuando le pidió por favor al despachante una garrafa a cuenta y unos
sobres de sopa instantánea, este le dijo que no. Así, tajante, un no. Alegando
que en ese lugar no se le daba fiado a ningún vecino. Ramón regresó a su casa
con un dolor intenso en su costado y
cabeza, y un no por respuesta rotunda. Mi amigo, muy solo en su casa
lloró, sin comprender. Él no le había dicho no a los demás.
Saber cuándo decir no, es imprescindible para
nuestra salud mental y física.