lunes, 29 de enero de 2024

 




Me divertí mucho escribiendo este relato. Es importante relajar pues, en esos momentos, pueden surgir historias interesantes del fondo tupido de nuestro cerebro.

Amo el lunfardo. Viví un tiempo en el barrio porteño de San Telmo y atesoro en mi corazón el empedrado, el tango y el cafetín. La idea fue combinar un antihéroe como “El Cazador”, que es el protagonista de  una historieta argentina con un tono bien guarro y el lunfardo. Este es el resultado.


Blando como churrasco de novillo (relato de un Slayer porteño)

 

“Tras la Gran Catástrofe, los enormes conglomerados se deshincharon y los mercados de carne humana se fueron acrecentando. Las ciudades del interior respiraron, porque la muerte fue un aluvión segador. Por meses, el río de la Plata drenó sangre, junto con toda la podredumbre, a su estuario. Aun así, Capital Federal no se curaba de sus males endémicos. Fue, entonces, desde una reluciente secretaria del exterminio, que surgió la orden final, lacrada por el gobierno de turno. Como un oscuro drama de conventillo*; de los arrabales* y más allá, surgieron las cuchillas santas y, al ritmo melancólico de un bandoneón, la muerte danzó entre hachazos, navajazos y floridas estocadas.” 

                       Francisco Esculapio Polidori. Fragmento de su libro: Crónicas del malevaje* necesario.

 

La verdad…, ayer torré* como un yacaré al atardecer; tenía el buche* a rebalsar de chucrut y remolacha con huevo duro.

Ni a palos soy vegetariano, solo a veces le entro con ganas a la verdura. Según como esté la Luna, ando más o menos carnívoro; son rarezas de Slayers. En efecto, cuatro horas más tarde, me levanté tan blando y fibroso como un churrasco de novillo. Listo para un paseo por New San Telmo y un arrebato de pura carnicería.

Después de matar a ese viejo verde*, hijo de una gran puta, me eché una siesta infernal; necesitaba el descanso reparador. Además, me tenía podrido ese patrón, enserio lo digo. No hacía más que perder dentaduras postizas y sembrar malvones en cada grieta de la mansión. Viejo ortiba* y baboso. Ni un faso* podía fumar sin la sombra inquisidora de ese mal nacido buchón*. ¿De qué me servía dejarle el jardín prolijo como los campos Elíseos?

Cuatro años de trabajo escuchando sus inagotables historias de viajes por Europa con su compañía de teatro. ¿Si me garpaba* bien? Si, lo hacía, pero me hartó. Se paseaba con su bata roja y sucia, pintarrajeado con rubor y ese rímel grasoso en las pestañas. Lo único que conocía del choto* era que había representado obras en el teatro Colón. No hablaba de otra cosa que del esplendor de su pasado artístico, en aquellos tiempos, cuando el teatro Colón estaba en su apogeo, firme y en pie. Tras la Gran Catástrofe, quedó abandonado a la suerte del olvido, hoy, es guarida de murciélagos y refugio de linyeras* pasados de hambre.

Reconozco que siempre fui certero con el martillo; con dos golpes me ha bastado para hundir un clavo de techo en la cabeza de esa diva enchancletada y decrépita. ¡Pum, Pum y chau! ¡Hasta el tuétano!

Te cuento: entre otros oficios, he sido un ingenioso carpintero. A decir verdad, trabajé duro siempre. Hasta hace poco laburé sin asco; entonces, me dieron el cupo de muertes por antipatía. Por fortuna, ahora tengo tiempo libre para distraerme y dedicarme a otras cosas.

A ver, sabelotodo, ¿tenés idea de lo que cuesta desatrancar la cabeza del martillo de un cráneo humano una vez que lo perforó? ¿Acaso lo hiciste alguna vez? La sanata* de siempre, todos tocan de oído. ¡Ja! Matar sin culpa se les da a pocos, esa es la posta.

Soy uno de los mil doscientos privilegiados. Un Slayer porteño más. Muchos han muerto ya, no todas las presas son mansas; otros, se han eliminado entre ellos mismos, por pura codicia de Tickets o la gloria carnicera. En estos miserables tiempos, la heladera se vacía rápido y hay que vivir improvisando.

Todo parece venido abajo, cascoteado. Calle Corrientes es el espectro demacrado de lo que alguna vez fue, con su brillo y su bullicio. La violencia se escribe al boleo, en plena avenida, en cualquier balcón o a la vuelta de la esquina.  Cualquier otario* te raja desde la vejiga hasta el gañote, para sacarte lo poco que tengas encima, y te carga en el baúl hasta la Recoleta. Ahora hay una entrada libre por Vicente López. Vas hasta el fondo, donde la tierra está blanda, cavas la tumba, hechas el despojo y listo, uno menos. La yuta y los funcionarios hacen la vista gorda. Ahí la tenés fácil, si no te da asco cargar cadáveres y darle a la pala. Vale decir, muchos de los que entran a descartar, no vuelven a salir del cementerio ese. Adentro, es tierra de nadie.

Yo llevo el carnet que me habilita como Slayer colgando de mi cuello. Tiene un chip que captan los sensores antes de entrar al sindicato o a la morgue, donde me dan los preciados Tickets. Fui favorecido por el último sorteo y, si soy prolijo con el papelerío, me van a renovar el carnet dos años más. Tengo que pegar una muerte destacada y justificarla debidamente, con ello, alcanzaré el estatus para continuar asesinando.

Argentina es un país generoso para algunos escogidos, para los demás, es la muerte rondando. Siempre hay matanza, por cualquier cosa, y si bien hay un cierto orden y una cierta justicia, por lo general, la vista gorda se hace en favor de la sangre y el descarte. Esa es la pura realidad miserable del hacinamiento y la escasez.

La cuestión es que el atorrante* de mi patrón murió boqueando como un bagre al sol, a la orilla del agua podrida de su inútil pileta de veinte metros. ”La olímpica”  decía el quía, fanfarroneando. Igual, ya estaba en las últimas el colifa*. Inservible como una Noblex Carina* humedecida y mugrienta. Le crujieron los huesos con el mazazo y unas cotorras se espantaron de las palmeras. Estoy casi seguro de que sus ojos se apagaron viendo el barro de mis borcegos.

¡La pucha*, qué fiaca*! Hubo que a llenar, por triplicado, los documentos pertinentes. ¡Realmente agobia la burocracia reinante! Pero bueno, esa muerte lo valía. Al gobierno le vino bien la rentable propiedad del vejete. Justifiqué el porqué de mi antipatía contra la mano que me había dado de comer durante esos años y, la verdad, creo que gasté saliva de gusto. A nadie le importa más nada, en este clima de sobrepoblación y hambruna. ¡NI el mástil de la guitarra tiene alma ya!

Algunos cumpas* dicen que en el interior todo es más sencillo; no hay que justificar tanto la antipatía y podés hacer rodar cabezas con más soltura. Hay quien mató a sus propios padres y zafó*. La dibujó bien, sin duda. Encima cobró todos los Tickets, sin demoras. Es cierto que hay padres y, padres. Algunos merecen ser enterrados vivos. ¿No te parece? Decí algo, pavote. Idiota parecés, solo te falta el hilo de baba. Qué pibe…

Por otra parte, a mí me da gusto amasijar* así, a martillazo pleno, ahorrando balas, sin desafilar nada y con el Matelisto* en la otra mano. A veces, uno se la pasa bien, otras, se complica un poco más…; como lo del tachero* de Lanús. Salió para el orto* el pique*de ese colega Slayer. Mal, muy mal.

La verdad…, no lo quiero repetir a esto, es raro y suena macaneado*, pero juro por mi santita madre que es verdad: se cuenta, que un colega matarife degolló al conductor de un taxi antes de que lograse detener su vehículo por completo. En cierta manera, merecía ese final por agreta*. El sujeto manejaba siempre entre alterado y de mal humor, además, apestaba a pachuli barato mezclado con tufo a vino rancio.

Resulta que era de noche y había una niebla muy densa; la calle estaba desierta de toda vida.

Parece que mi colega Slayer le hizo un tajo bárbaro en la garganta al quía* este y, como una gallina degollada de Quiroga, con la sangre bien caliente, ese cuerpo continuó viviendo un tiempo de gracia. En vez terminar de frenar el tacho*, el loco, drenando sangre por doquier como la Fuente de Agustín Rivero Astengo, aceleró sin aflojar.

Hasta ahí todo liso*, puede pasar por lógico lo sucedido. El chamuyo* viene ahora y es como me lo contaron. La cosa continuó así: descogotado, al volante, el muerto manejó su taxi hasta la Jefatura Distrital a veinte cuadras. Cuando llegaron, se estacionó, justito, en la mismísima puerta de la yuta*. El colega cuchillero (un Slayer de nivel 3, para colmo del garrón*) no solo bajo bañado en sangre y conmocionado, sino que no había manera de que le salieran las palabras. Con la frenada final y el corcoveo del vehículo por un badén,  la cabeza del conductor terminó pendiendo de un resto de carne del cuello y quedó en la espalda del degollado, mirando hacia abajo, con los ojos bien abiertos. ¡De-men-cial, imagínate la secuencia! Tras cartón, no tuvo mejor ocurrencia ese pendular marote, que guiñar un ojo a su matador en el asiento de atrás. Eso completó el estrafalario espanto. 

Quedó mal el colega, del tomate*, mal. Encima, no tenía el carnet con él y, por el horror, no atinó a esgrimir defensa alguna. Le imputaron un asesinato con premeditación. Adentro mi alma, engayolado*

Esta no me la vas a creer campeón. Tiempo después, el cuerpo del taxista fue destinado al crematorio. No tenía ni familiares ni perro que lo extrañe. Nota curiosa: el cadáver siempre había tenido el puño izquierdo cerrado y nadie le dio bolilla* a ese detalle; solo un gordito, que a último momento, lo fue a despachar al horno para enterrarlo en el olvido de las cenizas.

Tardó un rato ese empleado, hasta que le abrió los dedos al occiso. De no creer, ahí estaba la tarjeta del colega preso. ¡El carnet de Slayer! In-cre-í-ble. ¿Cómo había llegado ahí? ¡Qué cagazo* cuña! Te lo cuento de onda, sabes…; no lo hagas correr…, estate bien chito*. Va de un Slayer a un posible aprendiz, uno nunca sabe quién será el próximo amo del cuchillo, el bailarín que se luzca con la mejor música*.

Son cosas de la muerte, ¡qué sé yo! Los espíritus y la sangre se aman y se preñan de atrocidades cada tanto. Si Homero Manzi estuviese acá diría: barrio de tango, Luna y misterio… El porteño es una criatura pasional; respira el Smog con su fuelle y exuda las penurias del día a día.

Pasamos la Gran Catástrofe para ver a la Argentina como a una tumba abierta que nunca se llena. Ahora es común soñar con cadáveres mutilados y carrozas de féretros. Los tiempos cambian. La vida es una carnicería Open Twenty Four Hours.

Esta ciudad se pudrió, el riachuelo está morcilloso*. La gente se escapa de sí misma en los paseos de compras. Vagan. Enloquecidos, mirando vidrieras, inquietos como si les picase el alma. Cualquiera los puede matar, pero nadie sabe de dónde vendrá el sablazo. Se esfuerzan en sonreír hasta el desgarro de los músculos faciales.

Volvió el buen día y el buen provecho, y el canchero*, ahora, cede el asiento, pide perdón y anda mansito haciendo buena letra. Curioso ¿no? Nadie quiere terminar ensartado como churrasco de croto*. Si Jung viviera para seguir elucubrando y Lepera lo plasmara en un tango arrabalero*, que lindo sería. Si, ya sé, el mundo fue y será una porquería… A pesar de los Slayers que lo depuran.

Lo cierto es que a Ramiro Cuevas le va bien; está cerca de cobrar el subsidio para asesinos seriales, después de la masacre de Venado Tuerto y otros trabajitos truculentos que se mandó.

El gobierno este se porta bien, va largando la plata a los que le sirven, como un gotero de sangre. Despacito hace su transfusión, que va a las arterias de los que desean seguir viviendo, a pesar de la miseria reinante. Vos estate chito, siempre hay una oportunidad para los avispados. Anda comprando una buena piedra de afilar y ármate, vos mismo, la faca. El cuchillo es la vida, desayunate esa bien temprano. Si es posible, ganále al gallo.

No es grato recordar ciertas cosas, aunque a la memoria hay que ejercitarla en la caminadora de los relatos, de lo contrario se pone obesa y lenta, empieza a patinar en los intentos. Fue así: la Gran Catástrofe se cargó a medio mundo, y la cosa se puso peliaguda. En los primeros tiempos del caos no había vecino ni hermano que valga, a la gente le picaba el bagre* y te lastraba* un hijo si lo descuidabas. Desollaban al abuelo después de viajarlo* con vino y Rivotril,  aprovechaban todo, huesos, carne y piel. Al menos tenían la deferencia de pasarlo a mejor vida alucinado. Por eso, esto me gusta así, la cosa va queriendo. Hay cierto orden en este intento de renovado circo. Yo los vuelvo a votar… ¡¿Vos tenés las boletas!? Posta* te digo… ¿Las tenés? Cortala con la gilada que se la pasa tirando patadas al aire como karateka amotinado. Esos miles que no se sacan los visores de realidad virtual ni cuando mean, viven con miedo en la pavada de un heroísmo ficticio. Acá está la papa, en el filo plateado del cuchillo. Nos da de comer, nos limpia la ciudad, nos da miedo a la muerte. La hoja brillante es mi espejo, me veo como soy por dentro, sin impostaciones. Soy yo, lo entendés. Un Slayer que prefiere matar a martillazos en vez de usar las balas, y que deja el cuchillo para esos momentos sublimes donde es necesario abrir canales en la carne y generar ríos de sangre.

Te cuento otra pisqui. El mes pasado me hice el otario* en la oficina durazno de la municipalidad, cuando volví de la otra oficina marmolada con el formulario 3.459 y me anoté dos fiambres* de otro colega. Un opa* que asesina mucho y en curda* y deja los cuerpos sin marcar. Cualquier gil* habilitado pasa de coté*, ¿viste?, hecho el distraído, y se los anota para él. Bueeeeno…, en este caso, fui yo.

¡Qué desprolijidad los pajeros*! Ya no hay conducta. Matan al boleo, cobran monedas y se van de gira. Se bandean al coto de caza de otro y así, de acá para allá, andan como maleta de loco por la vida. Después se quejan: de los funcionarios, que te coimean si uno busca pasar a Slayer nivel 3; de los Tickets para víveres, que no alcanzan para llegar a fin de mes; de sus mujeres, que los sepultan en reclamos y las tienen que prender fuego en el lavadero; de sus nenes, que traen malas notas del colegio y los deportan a la guerrilla de la frontera. Quejosos, panchos*, mamotretos, colgados*. “Bestia humana que duermes aún de la cuna al ataúd…” Herméticos metaleros, que cantaban la justa. ¿Dónde andaréis con vuestras camperas de cuero? ¡Ja! ¡Qué ironía!

¡Por Dios! Menos mal que la falopa* abunda, sino ¿quién puede resistir a este mundo desordenado? Todavía, que te dejan cazar y ganarte el billete, traficar órganos con carpa* y practicar la necrofilia en tu casa, sin moralistas que se rasguen las vestiduras. ¡Dejá de bostezar! Me contagias la modorra. Vos andás mal del hígado. Mucha comida chatarra.

Recuerdo que el Patico vendía collares de orejas al mejor estilo de la Fuerza Tigre*. Tenía un puestito en Munro; todo piola*, todo liso*, pipí cucú* el boncha*. Hasta en esa hacen la vista gorda los gerentes de la matanza. La gente vive en su vacío existencial, eso es lo que pasa. Nada los llena. Ni ver los videos de José María Domínguez con esa cara planchada de yo no fui. Ni siquiera recuerdan que tuvimos un Papa argentino y, por aquel entonces, había paz en la mitad del mundo. Ahora es indio, un sumo pontífice indio. ¿Dónde viste algo así? Hostias con cardamomo verde. ¡La que nos faltaba a los cristianos!

¡¿Que dijiste?! Tranquilo… Dejáme hablar, no interrumpas. Tomá la sopa* vos. Mientras el Master da cátedra. Como te decía hace un rato, maté al viejo de un martillazo en la azotea* y cobré unos pesos. No me fue mal, la casa del viejo pintarrajeado quedó para el Estado y a mí me adornaron* con unos muebles de algarrobo y un espejo ovoide con un marco ornamentado increíble, como bono extra. No obstante, y de antemano, afané* unas cuantas alhajas, que reduje en el Once más rápido de que lo que viaja un chisme. ¿Ves papá? Te va este iPhone 27 Q, tiene de todo. Poco más y te hace petes*, garpa mal. Hay que apiolarse* sino vivís de la astilla* compadre.

Cambiando de tema, sino son todas pálidas* y retruques de cosas pasadas. Estoy leyendo a Neruda, entre otros poetas ¿sabés? Es que me sube la presión y a veces tengo la vista nublada. Por eso el té de peperina, la poesía de Homero Expósito, una manzana verde antes del almuerzo y un tangazo de Goyeneche de fondo. Hay que bajar cambios, leer autoayuda, hablar con un árbol que escuche un poco.

Atendeme esta: los talas y los álamos son de oírte más. Más aún, que el palo borracho o el sauce, que es bastante engreído...; el sauce, digo. Pero el talita suele parar la oreja, tiene la paciencia árida de la Pampa seca. Alguna vez fue Pampa húmeda, pero el cambio climático sembró desiertos donde había bonanza.  Estoy convencido de eso, el tala es la que va pisquí*. Es algo criollo, como el mate o el rebenque. Campero, espinudo y pampeano como no hay otro árbol. Tiene argentinidad, como el pañuelo de seda al cuello y el chambergo, la rosa en el ojal y la sonrisa de Gardel.

Te cuento, ya que estamos. En busca de terapia, hace un tiempo compré un Fox Terrier ratonero, el orejudo, sí. Lo llamé Napoleón tercero. El bicho era una maza; lo llevaba con una correa pituca*, para todos lados, y no tironeaba nada. Si había polenta en la olla comía polenta, y si pintaba asado, se hacía el indiferente un rato, pero después, le entraba al diente como un gorgojo al fideo viejo. Groso* el Napoleón tercero; un perro único. Indiscutible, y el más campeador de la cuadra. Era como un detector Geiger Muller para los canas*. A los cascarudos* los olfateaba a tres cuadras. Me ayudaba con algunas trapisondas que se van dando; viste como es la calle.

Una tarde me distraje demasiado robando herramientas de un taller. Después de aflojarle el gato a un mecánico, que terminó con el pecho aplastado debajo del cárter de un Valiant, me mandé de una en la juntada. Acarreé con todo lo que pude. ¡Hasta rulemanes manotié!

El tipo era un gigante, partía bielas con la mirada, pero le tenía suficiente antipatía para caerle como Slayer y cobrar unos buenos Tickets. Aparte, mecánicos abundan. Así se va descomprimiendo el exceso de población indeseada e imprecisa. Esa tarde caí furtivo y sin acoquinarme*, como un carancho en temporada de escasez. Te juro…, lo hice percha al tipo; y por pasarme de Gore y angurriento, me afanaron* al Napoleón.

¡Se llevaron a mi perro, que hacía de campana*, justito ahí, en la persiana de chapa medio baja! ¡¿Te das cuenta?! De dónde carajos saco otro perro así, tan compañero. Como se van a llevar a mi Napoleón tercero. Esto es puro cachengue*. Está de cabeza el mundo…  ¿O no? Decime vos…

Ya fue, desembuché demasiado por ser miércoles… Se me secó el canaruzo*.  Mejor me voy a jugar al bádminton en el predio de Hurlingham, antes que pinte la mufa*. Mañana sigo matando, o podando. Da igual, hay que laburar parejo. Después de todo, el riachuelo va a seguir oliendo a cadáveres por donde se lo mire. Gracias por escucharme, nene. Bostezá menos para la próxima. Tenés mucha, mucha suerte. Vos me caes bien, pisquí.

 

 

 


Glosario:

 

Conventillo: Casa grande y antigua, con varias habitaciones o viviendas, donde viven numerosas personas de escasos recursos económicos.

Arrabales: Suburbio, barrida, alrededores.

Malevaje: Del lunfardo: Alusión a gente de mal vivir. Maleantes, delincuentes.

Torré: Del lunfardo: dormí.

Buche: Del lunfardo: la panza o el estómago.

Viejo verde: Dicho argentino referido a un hombre mayor atrevido y degenerado.

Ortiba: Del lunfardo: delator. Es la palabra batidor al revés. (Alverre, como dice el porteño)

Faso: Cigarrillo

Choto: Viejo, achacoso, terminado.

Buchón: Del lunfardo: hablador, delator. (Que se va de boca)

Garpaba: Pagaba. Léxico al revés.

Linyeras: Del lunfardo: vagabundo o golondrina (por lo que migra)

Sanata: Del lunfardo: sanatear es decir mentir, ser verborrágico al contar algo, adornar una conversación por demás. La historia que hay detrás del origen del término es maravillosa, típica del universo tanguero.

Otario: Del lunfardo: tonto, fácil de engañar.

Atorrante: Del lunfardo: vago.

Colifa: Del lunfardo: loco.

Noblex Carina: Es una legendaria radio de 8 transistores enfundada en cuerina, muy típica en la Argentina y a lo largo de décadas.

La pucha: La palabra pucha, al igual que chuta y chucha, es usada como exclamación que indica un descontento.

Fiaca: Del lunfardo: sueño, modorra, desgano.

Cumpas: Expresión cotidiana: compañeros.

Zafó: Coloquial de argentina: sortear el problema.

Amasijar: Del lunfardo: castigar, matar a golpes, estropear a alguien.

Matelisto: Invento práctico para tomar mate con una sola mano y sin tener que cebar.

Tachero: Del lunfardo: taxista.

Para el orto: Expresión vulgar: Salió mal, salió para el culo.

Pique: Trabajo

Macaneado: mintiendo de manera exuberante. Macana: Coloquial. Arg., Bol., Par., Perú y Ur. Mentiradesatino.

Agreta: Del lunfardo: persona agresiva por el efecto de la droga. También se le dice a la persona amargada.

Quía: Del lunfardo: Individuo, sujeto, persona innominada.

Tacho: Se le dice así al taxi en la Argentina, como tachero al taxista.

Está todo liso: Es una frase argentina (popular en los últimos tiempos) que expresa: está todo bien con vos o con el asunto en cuestión.

Chamuyo: Del lunfardo: se refiere a la conversación que le hace un hombre a una mujer para llevarla a la cama, o la conversación trivial que hacen las personas para llenar huecos de silencio.

Yuta: policía. Del italiano, forma contracta de "yusta", y se trata de una rioplatenización de la palaba italiana "giusta". La giusta en Italia es quien lleva la justicia.

Estar del tomate: es una frase usada en España por la gente joven. Significa "estar loco" (en un sentido figurado y amplio). En Argentina diríamos "estoy de la cabeza".

Engayolado: Del lunfardo: preso, en la gayola.

Dar bolilla: Expresión argentina típica que significa prestar atención.

Cagazo. Del lunfardo: tener miedo.

Estar chito: Expresión rioplatense: estar en silencio, callado. Proviene del italiano Stai zitto, estar quieto, tranquilo.

Tener música: De la jerga carcelaria, así le dicen algunos correntinos a la faca (cuchillo improvisado, cuchillo afilado) ¿Tenés música chamigo? (tenés faca para defenderte) El baile sería la pelea a facazos.

Morcilloso: amoratado. La morcilla es un embutido hecho con sangre de cerdo, tocino y cebolla de verdeo y su color es el morado oscuro.

Croto: se le dice así al paria, al vagabundo.

Canchero: Persona avivada, que se pasa de lista. También que está siempre a la moda.

Arrabalero: Del lunfardo: significa de la periferia. De los barrios y sus costumbres.

Picar el bagre: del lunfardo: tener hambre.

Lastrar: Del lunfardo: comer, alimentarse.

Viajarlo: Jerga callejera: darle un viaje de pastillas, drogarlo, alucinarlo.

La posta: Decir la verdad, cantar la justa, la que va sin vueltas.

Fiambre: Viene del lunfardo, por "carne fría", embutido. "Encontraron un fiambre en la basura".

Opa. En argentina así le decimos al tonto.

Curda: Del lunfardo: borracho.

Gil: Del lunfardo: Un gil es aquella persona considerada tonta o lenta.

De coté: Del lunfardo: de costado.

Pajeros: Del lunfardo: masturbador, persona lerda y sin viveza.

Panchos: persona que se encuentra tranquila o satisfecha Se pasaba las horas pancho: tendido en el sillón mirando la televisión.

Colgados: Distraído, letárgico y olvidadizo

Falopa: La droga.

Con carpa: Expresión argentina que significa: con disimulo, con astucia.

Fuerza tigre: Fue un comando Estadounidense extremadamente cruel, e infiltrado tras las líneas vietnamitas.

Azotea: Del lunfardo: cabeza.

Adornaron: Del lunfardo: sobornar.

Afane: Del lunfardo: robé.  Afanar es robar.

Petes: Fellatio.

Apiolarse: Del lunfardo: avivarse, caer en la cuenta.

Astlla: Jerga tumbera: parte mínima en la repartija de un botín delictivo.

Pálidas: Del lunfardo: todo lo que es deprimente, negativo o frustrante.

Piscuí: Del lunfardo: tontito, inocente, chiquilín. Versión argentina de "pipsqueak", palabra que refiere a una persona insignificante, especialmente por tamaño o edad.

Pituca: Que pertenece a una clase social alta y da muestras de ello en su vestimenta y aspecto exterior.

Groso: Jerga argentina: algo grande, importante.

Canas: La palabra cana es un lunfardismo que tiene el doble significado de policía y de cárcel.

Cascarudo: Del léxico carcelario: se le dice a los gendarmes que tienen su vestimenta toda verde.

Acoquinarse: Del lunfardo: tener miedo, acobardarse.

Afanaron: Del lunfardo: robaron.

Hacer de campana: Vigilar y dar aviso mientras se efectúa un acto delictivo.

Cachengue: Del lunfardo: bailongo, fiesta, joda grande.

Canaruzo: Del lunfardo: garganta.

Mufa: Del lunfardo: mal humor, malas vibraciones. Yeta.