El casete
Imposible olvidar aquella fiesta familiar,
la segunda, en donde “trabajé” como Disc
Jokey. Me sentía como Alejandro Pont Lezica, solo que no utilizaba bandejas
para los discos como él. Lo mío era la vanguardia del sonido, las caseteras JVC
o Pioneer; plateadas, hermosas, listas para mi centenar de casetes, entre
originales y copiados. Entre luces intermitente multicolores y la bola de
espejitos casera, mi primo Juan y “La Flaca” (no era cualquier flaca) hicieron
un despliegue de Fiebre de Sábado por la Noche en el centro de la pista, tan
exuberante como el escote de ella y tan retro como los Oxford de él. Hubo un
allanamiento en todos los rincones de los sentidos, en aquellos que, cóctel en
mano, se abandonaron a la seducción de ese par de liberadas caderas.
Todo transcurrió de maravilla, en las primeras
dos horas en aquella fiesta de verano; hasta que decidí utilizar un casete de
90 minutos con bastante buena música grabada y enganchada. La intención era un
tentempié liviano, y un acercamiento sutil a esa chica ignota, del otro lado de
la pista… La misteriosa del flequillo que ocultaba las cejas, y de ojos moros
danzantes, contoneándose sobre mí.
A-ha, Duran Duran y Depeche Mode, pasaron
sin problemas; fue justo en un tema de Miami Sound Machine cuando la cosa se
complicó. Yo había dejado mi puesto de DJ tan confiado como una iguana de panza
a la piedra y de lomo al sol, cuando la cinta del casete se enganchó en el
rodillo y el sonido cobró una expresión verdaderamente gutural. Por desgracia,
tardé en pulsar la tecla de pausa de la casetera, el enrosque de la cinta fue
fatal…
Sin dudas,
esa fue la vez, que más transpiré por la
vergüenza y los nervios en mi vida, al menos seis individuos que estaban
bailando (o lo intentaban) un envolvente breakdance, quedaron petrificados en
extrañas poses. Emulando a grotescas estatuas pompeyanas, los que quedaron
frente a mí, contemplaban con azoro, como cortaba a tirones trozos de cinta
magnetofónica. Aún me desvela un tal Ramiro; quien, desde un baby freeze interrumpido, clavó su mirada de matón del Bronx
sobre mis alabados equipos.
Tardé tan solo seis o siete minutos en
continuar con la música, valiéndome de la otra casetera; siempre usaba dos para
los eventos. Con todo y lo anterior, cobré un dinerillo por el trabajo en aquel
evento, lo justo para comprar los
casetes de las bandas del momento, y en especial, una copia de un recital en
vivo de The Mission, grupo al que siempre amé. Digamos que no me hice rico musicalizando
fiestas, pero si estuve en contacto con lo que tanto amaba, la música de los
80`s y su novedoso medio: los casetes. Ese pedazo pequeño de plástico, que
junto con el Walkman de Sony, revolucionaron la forma de escuchar música.
Pero… ¿Qué es un casete? Es un soporte
fonográfico que almacena información de audio, compuesto por una carcasa
plástica y dos carretes que permiten mover una cinta magnética de lado a lado.
La información que se impregna en ella es decodificada por un dispositivo que
se encuentra dentro del reproductor, llamado cabezal. Cuenta con un sistema estéreo,
esto significa que el sonido puede ir en dos canales. Los casetes cuentan con
dos lados, el A y el B, por esto, se
debe girar el casete una vez terminada la reproducción de un lado. Las
lengüetas que tiene en su parte posterior son para el proceso de grabación.
Los orígenes de este maravilla, datan del
año 63, gracias a la firma holandesa Phillips, y nació por la necesidad de
reducir el tamaño del soporte de audio,
haciéndolo mucho más accesible y portátil que su predecesor, el disco de vinilo.
En la década del 70, los equipos de
reproducción Hi-Fi revolucionaron el mercado, y los casetes se vendían en
enormes cantidades. En 1980, la empresa Sony,
lanza al mercado el novedoso Walkman, que es un casetero portátil con
auriculares, y en verdad, todo joven deseaba tenerlo, para disfrutar la música mientras
caminaba o hacía ejercicio físico.
Las dobles caseteras abrieron un universo de
posibilidades para que las personas puedan pasarse música. Simplemente, había
que tener un casete original, y uno virgen, para hacer una copia fiel. Y, entre
otras ventajas, el casete es muy durable, soporta muchas caídas, ante un eventual corte o
enganche de cinta magnetofónica, esta se
repara pegándola. Entre los tipos de cintas podemos encontrar diferentes calidades:
·
Cintas IEC tipo I o de tipo normal. Están
basadas en óxido férrico gamma
(Fe2O3) y fue el tipo original de cintas. Usan una
ecualización de 120 µs.
·
Cintas IEC tipo II. Alrededor de 1970, 3M desarrolló
un proceso de cobalto combinado con una técnica de double-coating con
el objetivo de incrementar el volumen promedio de salida de la cinta. Al mismo
tiempo, BASF introdujo
el dióxido
de cromo (CrO2).8
Este tipo de cintas requiere una ecualización de 70 µs.
·
Cintas IEC tipo III. Sony experimentó con una cinta de doble capa
utilizando a la vez óxido férrico y dióxido de cromo. Se llamó ferricromo (FeCr). Estas cintas solo estuvieron
disponibles por un período corto de tiempo en los años setenta.
·
Cintas IEC tipo IV o de metal (casetes de
metal). También usan ecualización de 70 µs, y proporcionan nuevos avances
y mejoras en la calidad de sonido así como más resistencia al desgaste.9
(Tipos de cintas, fuente consultada, Wikipedia)