martes, 2 de febrero de 2021

 

 Historia de las cosas.                                           Miguel Ángel Flores Manzo                                                            

 

 El casete

 

   Imposible olvidar aquella fiesta familiar, la segunda, en  donde “trabajé” como Disc Jokey. Me sentía como Alejandro Pont Lezica, solo que no utilizaba bandejas para los discos como él. Lo mío era la vanguardia del sonido, las caseteras JVC o Pioneer; plateadas, hermosas, listas para mi centenar de casetes, entre originales y copiados. Entre luces intermitente multicolores y la bola de espejitos casera, mi primo Juan y “La Flaca” (no era cualquier flaca) hicieron un despliegue de Fiebre de Sábado por la Noche en el centro de la pista, tan exuberante como el escote de ella y tan retro como los Oxford de él. Hubo un allanamiento en todos los rincones de los sentidos, en aquellos que, cóctel en mano, se abandonaron a la seducción de ese par de liberadas caderas.

 Todo transcurrió de maravilla, en las primeras dos horas en aquella fiesta de verano; hasta que decidí utilizar un casete de 90 minutos con bastante buena música grabada y enganchada. La intención era un tentempié liviano, y un acercamiento sutil a esa chica ignota, del otro lado de la pista… La misteriosa del flequillo que ocultaba las cejas, y de ojos moros danzantes,  contoneándose sobre mí.

   A-ha, Duran Duran y Depeche Mode, pasaron sin problemas; fue justo en un tema de Miami Sound Machine cuando la cosa se complicó. Yo había dejado mi puesto de DJ tan confiado como una iguana de panza a la piedra y de lomo al sol, cuando la cinta del casete se enganchó en el rodillo y el sonido cobró una expresión verdaderamente gutural. Por desgracia, tardé en pulsar la tecla de pausa de la casetera, el enrosque de la cinta fue fatal…

Sin dudas, esa fue la vez,  que más transpiré por la vergüenza y los nervios en mi vida, al menos seis individuos que estaban bailando (o lo intentaban) un envolvente breakdance, quedaron petrificados en extrañas poses. Emulando a grotescas estatuas pompeyanas, los que quedaron frente a mí, contemplaban con azoro, como cortaba a tirones trozos de cinta magnetofónica. Aún me desvela un tal Ramiro; quien, desde un baby freeze  interrumpido, clavó su mirada de matón del Bronx sobre mis alabados equipos.

   Tardé tan solo seis o siete minutos en continuar con la música, valiéndome de la otra casetera; siempre usaba dos para los eventos. Con todo y lo anterior, cobré un dinerillo por el trabajo en aquel evento, lo  justo para comprar los casetes de las bandas del momento, y en especial, una copia de un recital en vivo de The Mission, grupo al que siempre amé. Digamos que no me hice rico musicalizando fiestas, pero si estuve en contacto con lo que tanto amaba, la música de los 80`s y su novedoso medio: los casetes. Ese pedazo pequeño de plástico, que junto con el Walkman de Sony, revolucionaron la forma de escuchar música.

   Pero… ¿Qué es un casete? Es un soporte fonográfico que almacena información de audio, compuesto por una carcasa plástica y dos carretes que permiten mover una cinta magnética de lado a lado. La información que se impregna en ella es decodificada por un dispositivo que se encuentra dentro del reproductor, llamado cabezal. Cuenta con un sistema estéreo, esto significa que el sonido puede ir en dos canales. Los casetes cuentan con dos lados, el A y el B, por esto, se  debe girar el casete una vez terminada la reproducción de un lado. Las lengüetas que tiene en su parte posterior son para el proceso de grabación.

   Los orígenes de este maravilla, datan del año 63, gracias a la firma holandesa Phillips, y nació por la necesidad de reducir el tamaño del soporte  de audio, haciéndolo mucho más accesible y portátil que su predecesor, el disco de vinilo.

   En la década del 70, los equipos de reproducción Hi-Fi revolucionaron el mercado, y los casetes se vendían en enormes cantidades. En 1980, la empresa Sony,  lanza al mercado el novedoso Walkman, que es un casetero portátil con auriculares, y en verdad, todo joven deseaba  tenerlo, para disfrutar la música mientras caminaba o hacía ejercicio físico.

   Las dobles caseteras abrieron un universo de posibilidades para que las personas puedan pasarse música. Simplemente, había que tener un casete original, y uno virgen, para hacer una copia fiel. Y, entre otras ventajas, el casete es muy durable, soporta muchas  caídas, ante un eventual corte o enganche  de cinta magnetofónica, esta se repara pegándola. Entre los tipos de cintas podemos encontrar diferentes calidades:

 

·         Cintas IEC tipo I o de tipo normal. Están basadas en óxido férrico gamma (Fe2O3) y fue el tipo original de cintas. Usan una ecualización de 120 µs.

·         Cintas IEC tipo II. Alrededor de 19703M desarrolló un proceso de cobalto combinado con una técnica de double-coating con el objetivo de incrementar el volumen promedio de salida de la cinta. Al mismo tiempo, BASF introdujo el dióxido de cromo (CrO2).8​ Este tipo de cintas requiere una ecualización de 70 µs.

·         Cintas IEC tipo III. Sony experimentó con una cinta de doble capa utilizando a la vez óxido férrico y dióxido de cromo. Se llamó ferricromo (FeCr). Estas cintas solo estuvieron disponibles por un período corto de tiempo en los años setenta.

·         Cintas IEC tipo IV o de metal (casetes de metal). También usan ecualización de 70 µs, y proporcionan nuevos avances y mejoras en la calidad de sonido así como más resistencia al desgaste.9​ (Tipos de cintas, fuente consultada, Wikipedia)