martes, 23 de enero de 2024

 

3 de abogados de 300 palabras

 

Hoplita  

 

El joven abogado de oficio cavilaba, mientras esperaba a una clienta. Debía tres meses del alquiler de su oficina. Necesitaba un aliciente.

Samanta entró. Un metro setenta de feminidad, bucles borgoña hasta la cintura, ojos melancólicos. Una escultura de Rodin, perfecta.

─Hola abogado. Vengo a denunciar a mi madre por hostigamiento. Hace años compite conmigo, ya tengo 18. Perdí novios por su embrujo de medusa. ─dijo, compungida.

En ese instante, entró su madre. Metro ochenta de estatura, rubia platinada, voluptuosa y pulida, al extremo, en el gimnasio. Si la hija era un transbordador; la madre, el cohete Saturno.

─Guapo muchacho, esto no es necesario. ─aseguró la amazona.

─¡Mamá…! Me imitas hasta en la ropa interior. ─Explotó la pelirroja.

─¡Delirante, demuéstralo!

La joven, furiosa, expuso sus pechos  en lencería fina y bajó su jean.

─¡No es necesario! ─gritó el abogado. Su corazón palpitaba encabritado.

La madre la imitó, encima, ambas se giraron. Dos colas, turgentes y de torneo, invitaban al desenfreno. El abogado transpiraba a mares y una erección brutal amenazaba con destruir su pantalón de vestir.

─Bomboncito,  transpiras. ─dijo el cohete, mientras le secaba la frente con su pañuelo.

─¡¡¡Es “mi” abogado!!! ─insistió el transbordador. Con mano suave acariciaba su pecho.

Las desnudeces, el perfume y las caricias obraron. El abogado estalló manchando, intensamente, su pantalón.

─¡Dios, qué semental! Lo que pida por sus servicios. ─exclamó la madre y mostró una colección de tarjetas de crédito. La muchacha lloraba.

Por fortuna, un abogado de oficio es un guerrero que le hace frente a muchos casos. Sin pausas, le quitó el aliento a la joven con un beso de celuloide.

─Retírese señora, su hija es  ”mi” defendida. Pasará, usted, por una evaluación psicológica. ─afirmó el hoplita, con enhiesta lanza amenazando desde el pantalón humedecido.

Al fin, el transbordador había vencido.

 

 

 

Ticket 

 

 

Año 2.044, ciudad: Nueva Buen Aire, 02.00 am. Logan Gonzáles, esposado, llegó al recinto, con un dron policial, custodiándolo.

La Cámara Electrónica de Justica no descansaba, su inteligencia artificial determinaba la magnitud de un crimen y dictaba sentencia, expeditivamente.

Un abogado asignado, humano, aguardaba dentro pronto habría androides juristas. Había solicitado un habeas corpus pero, fue desestimado. Debía presentarse, ante la Cámara y con su defendido, para probar su punto.

Como abogado de oficio, era un lujo rechazar casos; mísero, era el salario del Estado.

La consternación de Logan sobrecogió al letrado. Extendió sus manos engrilladas para un cálido apretón.

─Por lo leído en el expediente, deduzco que este es un caso repetido. Los delincuentes camaleones suplantan identidades con artilugios de silicona y sensores para los escáneres biométricos, suelen mimetizarse con los movimientos de los expoliados. ─Relate donde estuvo durante las horas del homicidio que le imputan.  ─dijo el abogado y conectó su dispositivo de interconexión neuronal a la consola.

─Salí de casa y tomé el metro azul hasta Agronomía ─relató Gonzales.

─Clave: Usuario 48007 G. Directiva 1: Fecha: homicidio Regina Díaz. Localizar chip integral del imputado en el arco de acceso al meto azul. Confirmar biometría. ─ordenó, el defensor, a la máquina pensante. En el panel frontal, apareció una luz verde: positivo. 

─Compré churros, para mi novia en Churromax. Hicimos el amor en su casa, cerca de la facultad ─agregó.

─Directiva 2: misma fecha, geolocalización del imputado en Churromax, barrio Agronomía. ─ordenó, tajante. Luz verde, otra vez: positivo.

─Directiva 3: misma fecha. Localización biométrica del imputado, cámaras: Facultad de Agronomía. Rastreó satelital térmico y huella termodinámica, domicilio de la pareja. Tercera luz verde.

De inmediato, la Cámara Electrónica de Justicia emitió un ticket, decía: Probado conflicto biométrico, Logan Gonzáles, sobreseído. Hágase justicia.

El segundo saludo fue sin esposas.

 

 

 

Mamá    

 

 

Yael Díaz, mujer hermosa y oportunista, fue infiel a su marido, el abogado de oficio Juan Manuel Rodríguez. Lo abandonó junto a su hijo bebé, durante tres años. Él hombre confundido pero, aún enamorado, redobló sus esfuerzos como abogado novicio para criar a su hijo, esperando que su preciosa mujer recapacitara y volviese.

Nahuel creció en los brazos de su papá, que cambiaba sus pañales, lo acunaba y cuidaba, sin descanso, como cualquier madre.

Cuando Yael Díaz regresó, pidió tener los fines de semana a su hijo y dinero. Argumentó que necesitaba un tiempo para vivir sola y reflexionar. Le salió bien pues, a las bellas, les suele salir bien. Luego, por medio de una abogada, costosa y eficiente, solicitó el divorcio, una mayor suma de dinero y la tenencia de Nahuel

Hubo dos mediaciones ante la Jueza Julia Mardones, la primera infructuosa y, la segunda…

─Señora abogada, señor… ─dijo la Jueza y, antes de continuar, el abogado le alcanzó un documento de identidad de su bolsillo, que la letrada inspeccionó, asombrada.

─Abogada Manuela Rodríguez, conforme a la ley argentina, que es expeditiva en el cambio de identidad sexual soy, ahora, mujer de pleno derecho y madre de Nahuel. Pido, en condición de madre que ha criado muy sola a su hijo, la custodia del niño y sea revocada toda manutención. ─dijo “la abogada”, con vehemencia.

Nadie esperaba aquella jugada radical, menos, la abogada de la otra parte, que quedó perpleja.

─¿Y vos, cómo te sentís Nahuel? ─preguntó la Jueza, para distender.

 ─¡Bien… con mamá! ─exclamó el pequeño, sonriente y abrazando a Manuela.

La doctora Julia Mardones, madre de tres hijos, contuvo las lágrimas.

─Abogada Manuela Rodríguez, su pedido es razonable y lo evaluaré a conciencia. Sugiero que se aféitese mejor, de acuerdo a su condición de madre, ¿comprende?

 

 

 

Nota del autor

 

Estos relatos fueron a concurso, todos debían mencionar a abogados de oficio. Encaré el desafío porque no sabía demasiado sobre la realidad de dichos juristas. Me enteré de muchas cosas. Eso es lo bueno de escribir, hay que investigar.

Los tres tienen 300 palabras, ni una más, ni una menos. Para lograrlo, además de tener una idea que valga la pena, se debe escribir algo que no exceda una carilla. Una vez concluido el relato, se estudian los puntos fuertes del mismo y se va recortando lo que no sea importante. Podar un párrafo y, otro tanto, el otro y continuar, así.

Irá tomando forma, lleva algo de tiempo. Para ahorrar palabras se pueden utilizar sufijos, sin exagerar. Eficientemente, por de manera eficiente. No recomiendo más de dos en el relato. Ayuda mucho el buen uso de las comas y del punto y, por supuesto, oraciones cortas y precisas que nos den la información necesaria.

A todo esto, hay que cuidar el mensaje y dar un final contundente. No crean que será pan comido, habrá que trabajar. La idea debe estar clara y los escenarios reducidos. Con pocas palabras se puede describir un espacio opresivo o acogedor: apenas entraba luz por las ventanas tapiadas, sombras añejas languidecían en los rincones o los leños crepitaban y un aroma a café flotaba en el cuarto.

No hachen de una, pueden hacerlo con tiempo, dejen descansar el relato. Hay que rebajar con pericia y no con premura. Cada línea debe encajar como en un preciso rompecabezas y nada quedará al azar. Suerte.