3 de abogados de 300
palabras
Hoplita
El joven abogado
de oficio cavilaba, mientras esperaba a una clienta. Debía tres meses del
alquiler de su oficina. Necesitaba un aliciente.
Samanta entró.
Un metro setenta de feminidad, bucles borgoña hasta la cintura, ojos
melancólicos. Una escultura de Rodin, perfecta.
─Hola abogado.
Vengo a denunciar a mi madre por hostigamiento. Hace años compite conmigo, ya
tengo 18. Perdí novios por su embrujo de medusa. ─dijo, compungida.
En ese
instante, entró su madre. Metro ochenta de estatura, rubia platinada,
voluptuosa y pulida, al extremo, en el gimnasio. Si la hija era un
transbordador; la madre, el cohete Saturno.
─Guapo
muchacho, esto no es necesario. ─aseguró la amazona.
─¡Mamá…! Me
imitas hasta en la ropa interior. ─Explotó la pelirroja.
─¡Delirante,
demuéstralo!
La joven,
furiosa, expuso sus pechos en lencería
fina y bajó su jean.
─¡No es
necesario! ─gritó el abogado. Su corazón palpitaba encabritado.
La madre la
imitó, encima, ambas se giraron. Dos colas, turgentes y de torneo, invitaban al
desenfreno. El abogado transpiraba a mares y una erección brutal amenazaba con
destruir su pantalón de vestir.
─Bomboncito, transpiras. ─dijo el cohete, mientras le
secaba la frente con su pañuelo.
─¡¡¡Es “mi”
abogado!!! ─insistió el transbordador. Con mano suave acariciaba su pecho.
Las
desnudeces, el perfume y las caricias obraron. El abogado estalló manchando,
intensamente, su pantalón.
─¡Dios, qué semental!
Lo que pida por sus servicios. ─exclamó la madre y mostró una colección de
tarjetas de crédito. La muchacha lloraba.
Por fortuna,
un abogado de oficio es un guerrero que le hace frente a muchos casos. Sin
pausas, le quitó el aliento a la joven con un beso de celuloide.
─Retírese
señora, su hija es ”mi” defendida.
Pasará, usted, por una evaluación psicológica. ─afirmó el hoplita, con enhiesta
lanza amenazando desde el pantalón humedecido.
Al fin, el
transbordador había vencido.
Ticket
Año 2.044, ciudad:
Nueva Buen Aire, 02.00 am. Logan Gonzáles,
esposado, llegó al recinto, con un dron policial, custodiándolo.
La Cámara
Electrónica de Justica no descansaba, su inteligencia artificial determinaba la
magnitud de un crimen y dictaba sentencia, expeditivamente.
Un abogado
asignado, humano, aguardaba dentro ─pronto habría
androides juristas─. Había solicitado un habeas corpus pero, fue desestimado. Debía
presentarse, ante la Cámara y con su defendido, para probar su punto.
Como abogado de
oficio, era un lujo rechazar casos; mísero, era el salario del Estado.
La consternación de
Logan sobrecogió al letrado. Extendió sus manos engrilladas para un cálido
apretón.
─Por lo leído
en el expediente, deduzco que este es un caso repetido. Los delincuentes camaleones
suplantan identidades con artilugios de silicona y sensores para los escáneres
biométricos, suelen mimetizarse con los movimientos de los expoliados. ─Relate
donde estuvo durante las horas del homicidio que le imputan. ─dijo el abogado y conectó su dispositivo de
interconexión neuronal a la consola.
─Salí de casa
y tomé el metro azul hasta Agronomía ─relató Gonzales.
─Clave:
Usuario 48007 G. Directiva 1: Fecha: homicidio Regina Díaz. Localizar chip
integral del imputado en el arco de acceso al meto azul. Confirmar biometría.
─ordenó, el defensor, a la máquina pensante. En el panel frontal, apareció una
luz verde: positivo.
─Compré
churros, para mi novia en Churromax. Hicimos el amor en su casa, cerca de la
facultad ─agregó.
─Directiva 2:
misma fecha, geolocalización del imputado en Churromax, barrio Agronomía.
─ordenó, tajante. Luz verde, otra vez: positivo.
─Directiva 3:
misma fecha. Localización biométrica del imputado, cámaras: Facultad de
Agronomía. Rastreó satelital térmico y huella termodinámica, domicilio de la
pareja. Tercera luz verde.
De inmediato, la
Cámara Electrónica de Justicia emitió un ticket, decía: Probado conflicto
biométrico, Logan Gonzáles, sobreseído. Hágase justicia.
El segundo saludo
fue sin esposas.
Mamá
Yael Díaz, mujer
hermosa y oportunista, fue infiel a su marido, el abogado de oficio Juan Manuel
Rodríguez. Lo abandonó junto a su hijo bebé, durante tres años. Él hombre
confundido pero, aún enamorado, redobló sus esfuerzos como abogado novicio para
criar a su hijo, esperando que su preciosa mujer recapacitara y volviese.
Nahuel creció en
los brazos de su papá, que cambiaba sus pañales, lo acunaba y cuidaba, sin
descanso, como cualquier madre.
Cuando Yael Díaz
regresó, pidió tener los fines de semana a su hijo y dinero. Argumentó que
necesitaba un tiempo para vivir sola y reflexionar. Le salió bien pues, a las
bellas, les suele salir bien. Luego, por medio de una abogada, costosa y
eficiente, solicitó el divorcio, una mayor suma de dinero y la tenencia de Nahuel
Hubo dos
mediaciones ante la Jueza Julia Mardones, la primera infructuosa y, la segunda…
─Señora
abogada, señor… ─dijo la Jueza y, antes de continuar, el abogado le alcanzó un
documento de identidad de su bolsillo, que la letrada inspeccionó, asombrada.
─Abogada
Manuela Rodríguez, conforme a la ley argentina, que es expeditiva en el cambio
de identidad sexual soy, ahora, mujer de pleno derecho y madre de Nahuel. Pido,
en condición de madre que ha criado muy sola a su hijo, la custodia del niño y
sea revocada toda manutención. ─dijo “la abogada”, con vehemencia.
Nadie esperaba
aquella jugada radical, menos, la abogada de la otra parte, que quedó perpleja.
─¿Y vos, cómo
te sentís Nahuel? ─preguntó la Jueza, para distender.
─¡Bien… con mamá! ─exclamó el pequeño,
sonriente y abrazando a Manuela.
La doctora
Julia Mardones, madre de tres hijos, contuvo las lágrimas.
─Abogada
Manuela Rodríguez, su pedido es razonable y lo evaluaré a conciencia. Sugiero
que se aféitese mejor, de acuerdo a su condición de madre, ¿comprende?
Nota del autor
Estos relatos
fueron a concurso, todos debían mencionar a abogados de oficio. Encaré el
desafío porque no sabía demasiado sobre la realidad de dichos juristas. Me
enteré de muchas cosas. Eso es lo bueno de escribir, hay que investigar.
Los tres tienen 300
palabras, ni una más, ni una menos. Para lograrlo, además de tener una idea que
valga la pena, se debe escribir algo que no exceda una carilla. Una vez
concluido el relato, se estudian los puntos fuertes del mismo y se va
recortando lo que no sea importante. Podar un párrafo y, otro tanto, el otro y continuar,
así.
Irá tomando forma,
lleva algo de tiempo. Para ahorrar palabras se pueden utilizar sufijos, sin
exagerar. Eficientemente, por de manera eficiente. No recomiendo más de dos en
el relato. Ayuda mucho el buen uso de las comas y del punto y, por supuesto,
oraciones cortas y precisas que nos den la información necesaria.
A todo esto, hay
que cuidar el mensaje y dar un final contundente. No crean que será pan comido,
habrá que trabajar. La idea debe estar clara y los escenarios reducidos. Con
pocas palabras se puede describir un espacio opresivo o acogedor: apenas
entraba luz por las ventanas tapiadas, sombras añejas languidecían en los
rincones o los leños crepitaban y un aroma a café flotaba en el cuarto.
No hachen de una,
pueden hacerlo con tiempo, dejen descansar el relato. Hay que rebajar con
pericia y no con premura. Cada línea debe encajar como en un preciso rompecabezas
y nada quedará al azar. Suerte.