Arte de regar con lágrimas
Temprano, cada
mañana,
riega sus gazanias.
Desde el alma las
riega
con lluvia de amargas
lágrimas.
Pensar que amarillea
en anaranjados
recuerdos,
y vuela, como ave
vuela pintada de sol
con dolor
floreciendo.
Azaleas y violetas
acompañan con el alba
labios
de trémulas rosas
susurran
y, a veces, llaman…
¡Hay
cómo llaman!
mientras
riega el jardín con sal de sus lágrimas.
Llama,
con las arrugas de su frente,
la
mirada en la distancia
y el
reuma blanco de sus manos
que
tiemblan pero, aún, llaman.
Destello en danza
entre petunias y lavandas;
su hombre bello, en estéreo,
le alcanza
al brindar sus gotas
por los canteros añoranza.
El caballero que riega viste larga bata,
vasta de promesas vacuas,
como su esperanza:
resignada, sumisa, amplia.
El nombre que de sus pétalos labios
en el riego escapa,
tempranea en el ramaje
y en la vigilia se alza
entre jazmines lacrados,
viajeros besos y amargas lágrimas
Al Don Juan, ojos de ámbar,
brazos de bruma, espalda bronceada,
evoca en cada suspiro
el caballero que riega:
margaritas contra el viento,
cenicientas azucenas
e imposibles gazanias.