Niño
de barro
Con el alma en la puna,
recuerdo al niño
de la cara sucia.
Pelo greñudo
y piel de aceituna;
de barro, sus ojos,
soñaban la luna.
Sus pies, con el frio,
se volvían zapatos
de carne de niño
con piel de aceituna.
Arrastraba un ponchito
de algún telar con corazón,
para cubrirse en la puesta
del implacable sol.
Su piel, con hambre
de caricias de madre,
andaba desnuda
por las calles del barrio.
Iba, entre las bajas casitas,
como canto en silencio,
aquel niño tranquilo
de la cara sucia.
Miraba, lejano, con ojitos de luna.
Y a pesar de la noche,
que hace piedra del hombre,
nunca lo vi
abandonar su sonrisa.
Como un estigma del monte
y una proclama de vida,
la llevaba pegada
a su carita sucia.
Mi niño de barro
y piel de aceituna,
te alcanza el recuerdo
con el alma en la puna.