martes, 23 de enero de 2024

 La  última carga 

 

Empoderado de soledad arremeto,

con las hunas hordas de mis huesos,

por la estepa de los silencios, entre las chozas del tiempo.

Oscas lenguas azabaches son los corceles del invierno.

Como un Atila ceniciento,

que padece la languidez de un documento,

mientras caen años como flechas

y frenan mis intentos, al traspasar el peto.

Allá voy, aunque, ya muerto,

a la última y ansiada batalla en el horizonte yermo.

Fila a fila, los recuerdos, silban lanzas entre los vientos.

Soy un águila sin plumas; hoy, me hallo sin escudero.

Las hazañas son mis armas esgrimidas desde los otros tiempos.

Solo un héroe, postergado, para un relato de lejos,

que ansía, en alguna espada, confrontar con su reflejo.

Sin estridencias ni sombras, aquí estoy:

desnudo de rencores, ligero en el viento;

sigo e insisto, encabalgado en vanos versos,

arrojado a las picas como un caudillo sin aliento.

En la aburrida ausencia del miedo, allá voy,

aunque, ya muerto.