Desplumados
Los ángeles que nos cuidan
sufren los inviernos y andan con bufanda,
entibian sus hondas tristezas bajo gorros de lana.
No son de ostentar plumas
pero sí guardan hermosas alas,
recogidas muy adentro, en sus entrañas,
donde duele y se retuerce el alma.
Jamás bajarán de los cielos en carrozas doradas;
no son aguerridos,
más bien, solitarios.
No esgrimen espadas,
sentados o a la pasada, nos han visto cincharla.
Son los ángeles que nos cuidan los que arriman la hogaza;
estiran su existencia y se astillan,
sin pausa, para darnos esperanza.
No tienen sindicato o una jurisprudencia clara;
solo surgen, como sombras
olfateando la desgracia.
A veces, lloran;
otras, ríen simulando que habrá bonanza,
mas nunca nos abandonan atados a las estacas.
Los ángeles que nos cuidan, en ocasiones,
son forasteros o viven en nuestra manzana.
No hay oro en sus bolsillos,
no especulan en bolsa, ni viven para las ganancias;
tienen la chapa de la calle en sus caras.
Los ángeles que nos cuidan
sufren mil inviernos, se cubren con bufandas;
entibian tristezas bajo sus gorros de lana.