martes, 23 de enero de 2024

 

Desplumados 

 

Los ángeles que nos cuidan

sufren los inviernos y andan con bufanda,

entibian sus hondas tristezas bajo gorros de lana.

No son de ostentar plumas

pero sí guardan hermosas alas,

recogidas muy adentro, en sus entrañas,

donde duele y se retuerce el alma.

Jamás bajarán de los cielos en carrozas doradas;

no son aguerridos,

más bien, solitarios.

No esgrimen espadas,

sentados o a la pasada, nos han visto cincharla.

Son los ángeles que nos cuidan los que arriman la hogaza;

estiran su existencia y se astillan,

sin pausa, para darnos esperanza.

No tienen sindicato o una jurisprudencia clara;

solo surgen, como sombras

olfateando la desgracia.

A veces, lloran;

otras, ríen simulando que habrá bonanza,

mas nunca nos abandonan atados a las estacas.

Los ángeles que nos cuidan, en ocasiones,

son forasteros o viven en nuestra manzana.

No hay oro en sus bolsillos,

no especulan en bolsa, ni viven para las ganancias;

tienen la chapa de la calle en sus caras.

Los ángeles que nos cuidan

sufren mil inviernos, se cubren con bufandas;

entibian tristezas bajo sus gorros de lana.