El discurso
Cuando se quitó la
peluca, el silencio fue abrumador. Creó un pico de atención en aquel salón como
pocos oradores lo podían hacer. Por todo lo dicho en su discurso, hasta el aire
se había enrarecido.
Algunos aflojaron los
nudos de sus corbatas, otros, se sintieron incomodos por aquellas palabras de
dolor, de injusticia y de marginación. Cayeron lágrimas. Una mujer elegante se
levantó de su silla y aplaudió con energía, fue imitada por la mayoría.
Por supuesto, el
premio a la escritora del año estaba bien merecido, pero… Toda la parafernalia
encajaba justo con las tendencias del momento sobre igualdades y oportunidades.
Por eso, ella habló así, desde muy adentro. Lo expresó con los recursos de la
escritora desvelada que era y atravesó a toda su audiencia con una lanza de
verdades. Lo de la peluca fue magistral, terminó perdonando a su madre y a la
sociedad para mostrar su calvicie como una herida perpetua.
Sin duda, alguno de
los presentes deseó que se le corriera el rímel por las mejillas y se mostrase
como un payaso en pollera, ¡tan ridículo! Los aplaudidores acompañaron la
formalidad envolviendo a los verdaderamente afectados, que eran los menos. Los
flashes surgieron de todos los ángulos. Los flashes importan más que la vida,
según afirman algunos.
Ninguno de los
presentes noto el impenetrable frio en esa mirada, ni que, en todo el extenso
discurso, el vaso con agua no había sido tocado. El tono que usó al hablar,
tenía altibajos intensos, usaba las palabras como gruesos y punzantes alfileres.
Entonces, igual a un volcán que contiene a duras penas su lava infinita, ella
agradeció el sencillo y dorado premio con una sonrisa tensa pero bien
ejercitada, ya sin suavizar su voz. Ronca sorpresa que alejó unos cuantos pasos
al portador del galardón a su derecha.
Cuando el último clap,
clap, clap, se apagó, ella, sin peluca y con sus Louis Vuitton plateados, se
apartó del micrófono en el estrado, que habían acondicionado para la gran
ocasión, y concluyó aquella gala.
Al caer la pollera
como un telón pesado, la boa que apareció tenía un anillo grueso y destellante
en su glande. Aquella cosa monstruosa oscilaba como un péndulo del inframundo y
de los testículos, afeitados con obsesiva prolijidad, colgaba un cartel escrito
con labial rojo que rezaba: ¡Chúpenla toda entera, malditos pervertidos buenos
para nada! ¡Púdranse hasta sus huesos!
Una anciana en la
primera fila se desvaneció al instante, arrastrando el tapado de piel sintética
de su silla, mientras, una joven evangelista vomitaba en rápidas oleadas por la
impresión. Un caballero avispado corrió como un bombero heroico para tapar la
abominación con su saco, pero tropezó y terminó golpeando con la frente a una
langosta que lucía apetitosa en su bandeja, sobre una de las tantas mesas. No
obstante el desprevenido espanto, hubo flashes disparados como ametralladora y
solo los esquimales quedaron en la ignorancia de tal evento.
Ella no mostró emoción
alguna, solo estaba allí, semidesnuda, contemplando el caos como Carrie White,
con manguera y sin pintura roja.
Varios meses después,
el discreto enviado de un editor despierto pagó la cuantiosa fianza. Dos de sus
libros ya eran best sellers.
Nota del autor
Pienso
que este cuento es adorable, es crudo y, a su vez, causa mucha gracia. Claro, que al
instante uno se queda pensando…
Vivimos
en un mundo atiborrado de hipocresía, lleno de dobleces y, en verdad, da asco.
El
lenguaje del relato es sencillo y debe ser así, por la crítica que arroja. No
se puede andar con vueltas para decir tales cosas. El narrador debe ser fuerte
y directo, sino el efecto se diluye en palabrería.
Para
aquellos que no tenemos careta y que, si alguna vez nos la pusimos, nos
arrepentimos de ello, este cuento nos pone a tope. Nos gustaría estar allí y
presenciar la estampida de los cultores de los buenos modales. ¿O no?
Nótese
el clima de inicio. Empezar bien arriba y apostar a todo.
Por
supuesto, el final del cuento debe acompañar a la tremenda proclama y es el
sentido de oportunismo, que ha hecho de este mundo capitalista lo que es.
Vender, todo es vender.