martes, 23 de enero de 2024

 

El discurso

 

 

Cuando se quitó la peluca, el silencio fue abrumador. Creó un pico de atención en aquel salón como pocos oradores lo podían hacer. Por todo lo dicho en su discurso, hasta el aire se había enrarecido.

Algunos aflojaron los nudos de sus corbatas, otros, se sintieron incomodos por aquellas palabras de dolor, de injusticia y de marginación. Cayeron lágrimas. Una mujer elegante se levantó de su silla y aplaudió con energía, fue imitada por la mayoría.

Por supuesto, el premio a la escritora del año estaba bien merecido, pero… Toda la parafernalia encajaba justo con las tendencias del momento sobre igualdades y oportunidades. Por eso, ella habló así, desde muy adentro. Lo expresó con los recursos de la escritora desvelada que era y atravesó a toda su audiencia con una lanza de verdades. Lo de la peluca fue magistral, terminó perdonando a su madre y a la sociedad para mostrar su calvicie como una herida perpetua.

Sin duda, alguno de los presentes deseó que se le corriera el rímel por las mejillas y se mostrase como un payaso en pollera, ¡tan ridículo! Los aplaudidores acompañaron la formalidad envolviendo a los verdaderamente afectados, que eran los menos. Los flashes surgieron de todos los ángulos. Los flashes importan más que la vida, según afirman algunos.

Ninguno de los presentes noto el impenetrable frio en esa mirada, ni que, en todo el extenso discurso, el vaso con agua no había sido tocado. El tono que usó al hablar, tenía altibajos intensos, usaba las palabras como gruesos y punzantes alfileres. Entonces, igual a un volcán que contiene a duras penas su lava infinita, ella agradeció el sencillo y dorado premio con una sonrisa tensa pero bien ejercitada, ya sin suavizar su voz. Ronca sorpresa que alejó unos cuantos pasos al portador del galardón a su derecha.

Cuando el último clap, clap, clap, se apagó, ella, sin peluca y con sus Louis Vuitton plateados, se apartó del micrófono en el estrado, que habían acondicionado para la gran ocasión, y concluyó aquella gala.

Al caer la pollera como un telón pesado, la boa que apareció tenía un anillo grueso y destellante en su glande. Aquella cosa monstruosa oscilaba como un péndulo del inframundo y de los testículos, afeitados con obsesiva prolijidad, colgaba un cartel escrito con labial rojo que rezaba: ¡Chúpenla toda entera, malditos pervertidos buenos para nada! ¡Púdranse hasta sus huesos!

Una anciana en la primera fila se desvaneció al instante, arrastrando el tapado de piel sintética de su silla, mientras, una joven evangelista vomitaba en rápidas oleadas por la impresión. Un caballero avispado corrió como un bombero heroico para tapar la abominación con su saco, pero tropezó y terminó golpeando con la frente a una langosta que lucía apetitosa en su bandeja, sobre una de las tantas mesas. No obstante el desprevenido espanto, hubo flashes disparados como ametralladora y solo los esquimales quedaron en la ignorancia de tal evento.

Ella no mostró emoción alguna, solo estaba allí, semidesnuda, contemplando el caos como Carrie White, con manguera y sin pintura roja.

Varios meses después, el discreto enviado de un editor despierto pagó la cuantiosa fianza. Dos de sus libros ya eran best sellers.

 

 

 

 

Nota del autor

 

Pienso que este cuento es adorable, es crudo y, a  su vez, causa mucha gracia. Claro, que al instante uno se queda pensando…

Vivimos en un mundo atiborrado de hipocresía, lleno de dobleces y, en verdad, da asco.

El lenguaje del relato es sencillo y debe ser así, por la crítica que arroja. No se puede andar con vueltas para decir tales cosas. El narrador debe ser fuerte y directo, sino el efecto se diluye en palabrería.

Para aquellos que no tenemos careta y que, si alguna vez nos la pusimos, nos arrepentimos de ello, este cuento nos pone a tope. Nos gustaría estar allí y presenciar la estampida de los cultores de los buenos modales. ¿O no?

Nótese el clima de inicio. Empezar bien arriba y apostar a todo.

Por supuesto, el final del cuento debe acompañar a la tremenda proclama y es el sentido de oportunismo, que ha hecho de este mundo capitalista lo que es. Vender, todo es vender.