Luz de luna
Bañada en sudor
plateado,
la mujer que ha
fornicado,
camina por los
pasillos
desnuda.
Desea, en los brazos
de otro,
una vez más, ser
poseída.
Y no se cansa, nunca,
nunca,
de la cópula que la
somete
con salvajes
embestidas.
Busca, a muerte, el
amparo del azote,
el éxtasis en la
asfixia,
a esos besos que
riman duro
en un silencio de miradas
homicidas.
Casquivana y
engreída,
No se cansa, nunca,
del pecado en su
vida.
Humedecida por dentro
camina,
ardiente como la
hoguera;
va sola, toda desnuda…
¿Qué busca?
en la noche
afiebrada,
exudando luz de luna.
Todo hombre, un
juguete;
los agota y los
consume,
los desvela,
los despieza entre
sus piernas
y los deja, sin
remedio.
La mujer que ha
fornicado
busca en otro su
expiación;
su lujuria es la
excusa
de dolores
escondidos,
por ello,
toda desnuda,
acomete por los
pasillos.
Habrá otras puertas,
es seguro,
otros hombros, otras
bocas
y otra espalda,
tensa, para sus largas uñas.
La mujer que ha
fornicado
se castiga con cada
orgasmo,
se desvanece,
se licua;
camina por los
pasillos
bañada en sudor
plateado,
se limpia con luz de
luna
y no se calma,
nunca.