martes, 23 de enero de 2024

 

La luna

 

Son las mareas el dominio de la Luna,

por tanto: el alma de todo hombre

sujeta a su influjo,

somete a la tierra en comparsa de brumas.

Aún culpable o absuelta, en los frisos de Pérgamo

monta Selene por sobre gigantes.

Flechada por Verne,

conjurada por lobos, iluminando aquelarres.

La luna,

abriendo su boca en cuarto creciente,

grita al universo el hambre de sus renovadas entrañas.

Argentada, ubicua y plena,

vulnera a las solitarias almas con su luz,

como un faro que invita a la incertidumbre del orbe infinito.

Diosa madre del devenir,

plenitud astral,

tus daimones menguantes han de surgir.

Novilunio pagano e inspiración wiccana;

solo Apolo puso un pie sobre ti,

cuando Sinatra en el Sands cantaba:

Fly me to the moon

Let me play among the stars…

y vestías la gala

en el desenfado de los 60.

Si las Pléyades te acompañan

en el diáfano azul del cielo,

y hay un rito maya

aconteciendo en silencio,

estaré yo dispuesto

para la cosecha de sueños.

Claror de toda noche, esta Tierra te implora

como un camarada herido

y castigado por Tea,

que busca cobijo en tu elíptica fuerza.

Serás

inmortal canto entre cantos,

como en aquel  hermoso romance gitano,

cuando la Luna de Lorca

a los confines eternos,

condujo a ese niño que la estaba mirando.