martes, 23 de enero de 2024

 


Ni perro

 

Hay un perro viejo;

lleva años con la muerte, allí, afuera.

Carga, como si nada,

con la bichera de la indiferencia.

Herniado y rengo de una pata,

desprovisto de chapa pues…

es de nadie el perro

y nadie lo reclama.

Exento de brindar su pata,

de menear su cola o correr por el palo;

solo por ser viejo, muy fiero y tuerto,

se libró de la payasada.

Callejea sin destino

indiferente a los huesos que le tiran,

desde eventuales ventanas.

Aburrido por ser perro en un tiempo sin manadas.

Desganado en la suma de las heladas

hociquea el pasado,

de entreveros y trifulcas,

de perrunas andanzas.

Allí, afuera, está ese perro que nadie reclama

y no se muere porque, cada tanto,

aparece un mártir para la pedrada.

Sin dueño, el perro, se hace uno con la noche;

ensaliva su matunga cara con estrellas lejanas.

Bien libre es el perro de la amarga invernada.

No hay pena en sus ojos pues…

no hay mirada.

Tampoco ojos o cuencas,

ni un mísero vacío;

ni siquiera el perro…

no hay nada.